Antonio Tejada, Presidente de la Asociación Española de Emprendedores con Discapacidad SI PODEMOS participó en Madrid el curso ‘La accesibilidad universal como garantía de igualdad de
oportunidades’, organizado por la Universidad de Verano de la Fundación
Universidad Rey Juan Carlos, que se ha desarrollado durante esta semana
y que ha contado con el patrocinio de la Fundación ACS.
La accesibilidad que pedimos para nuestro colectivo va a mejorar el trabajo y la calidad de vida de todas las personas.
Está comprobado que una buena implementación de la accesibilidad en el entorno laboral, además de que a nosotros nos permite poder participar en él, también aumenta la productividad del resto de trabajadores, aunque no tengan discapacidad.
La accesibilidad y el diseño universal son el eslabón perdido de la plena integración y normalización de los discapacitados como colectivo dentro de la sociedad.
Por ejemplo, en el edificio departamental del Campus de Vicálvaro de la Universidad Rey Juan Carlos, donde se desarrolla el curso la rampa de acceso para personas con movilidad reducida es utilizada por gente de la cafetería que trae los carros para el catering, o por los informáticos que bajan con un carro lleno de ordenadores para llevarlos a otro sitio.
El diseño universal beneficia a todas las personas, y a los trabajadores les proporciona un trabajo más óptimo.
La accesibilidad es una actitud que afecta a todos los ámbitos y que funciona en cadena.
Estamos en un entorno universitario en el que, si no fuera accesible, difícilmente podríamos formarnos de forma óptima.
Si los polígonos industriales, donde están ubicadas la mayoría de las empresas, no fueran accesibles, no podríamos llegar a ellas; si no lo fuera el transporte que nos lleva al trabajo, tampoco; y si la propia empresa no tiene un entorno laboral accesible y amigable, no podríamos trabajar.
La actitud de las instituciones hacia la accesibilidad cada vez va a más y es más positiva, pero queda muchísimo por hacer.
Algunas instituciones tienen muchísimo compromiso y otras, todavía, menos.
La clave se dará cuando la Administración entienda que el diseño universal repercute positivamente en la sociedad en su conjunto, y no sólo en un grupo.
En una situación así, los recortes van a lo que creemos superfluo o secundario, pero está claro que la accesibilidad es un asunto de primer orden, para todas las personas y con el que todos nos sentimos identificados.
El diseño universal repercute positivamente, de manera directa, en colectivos tan variados como los lesionados que usan muletas o escayolas, padres con el carrito de bebé, gente que va a la compra con el carro, personas mayores con andadores o bastón o personas con bajo nivel de alfabetización, a los que la accesibilidad ayuda en la descodificación de mensajes.
La accesibilidad que pedimos para nuestro colectivo va a mejorar el trabajo y la calidad de vida de todas las personas.
Está comprobado que una buena implementación de la accesibilidad en el entorno laboral, además de que a nosotros nos permite poder participar en él, también aumenta la productividad del resto de trabajadores, aunque no tengan discapacidad.
La accesibilidad y el diseño universal son el eslabón perdido de la plena integración y normalización de los discapacitados como colectivo dentro de la sociedad.
Por ejemplo, en el edificio departamental del Campus de Vicálvaro de la Universidad Rey Juan Carlos, donde se desarrolla el curso la rampa de acceso para personas con movilidad reducida es utilizada por gente de la cafetería que trae los carros para el catering, o por los informáticos que bajan con un carro lleno de ordenadores para llevarlos a otro sitio.
El diseño universal beneficia a todas las personas, y a los trabajadores les proporciona un trabajo más óptimo.
La accesibilidad es una actitud que afecta a todos los ámbitos y que funciona en cadena.
Estamos en un entorno universitario en el que, si no fuera accesible, difícilmente podríamos formarnos de forma óptima.
Si los polígonos industriales, donde están ubicadas la mayoría de las empresas, no fueran accesibles, no podríamos llegar a ellas; si no lo fuera el transporte que nos lleva al trabajo, tampoco; y si la propia empresa no tiene un entorno laboral accesible y amigable, no podríamos trabajar.
La actitud de las instituciones hacia la accesibilidad cada vez va a más y es más positiva, pero queda muchísimo por hacer.
Algunas instituciones tienen muchísimo compromiso y otras, todavía, menos.
La clave se dará cuando la Administración entienda que el diseño universal repercute positivamente en la sociedad en su conjunto, y no sólo en un grupo.
En una situación así, los recortes van a lo que creemos superfluo o secundario, pero está claro que la accesibilidad es un asunto de primer orden, para todas las personas y con el que todos nos sentimos identificados.
El diseño universal repercute positivamente, de manera directa, en colectivos tan variados como los lesionados que usan muletas o escayolas, padres con el carrito de bebé, gente que va a la compra con el carro, personas mayores con andadores o bastón o personas con bajo nivel de alfabetización, a los que la accesibilidad ayuda en la descodificación de mensajes.