DOLOR, DAÑO, PIB Y MERCADOS FINANCIEROS (El Economista)

En la segunda novela de la Trilogía Millennium de Stieg Larsson, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, aparece un personaje curioso: el malvado gigante Ronald Niedermann, que desde su nacimiento sufre analgesia, es decir, insensibilidad congénita al dolor con anhidrosis (CIPA). No siente dolor físico. A primera vista podría parecer una gran ventaja. En realidad, es un drama. Durante su pelea con el boxeador sueco de origen italiano, Paolo Roberto, su inhibición al dolor, cual dopaje involuntario, le hace ganar los primeros asaltos. La sorpresa del contrincante de Niedermann es mayúscula. Lo mismo que su desesperación, ya que sus puñetazos no consiguen el efecto deseado: amedrentar a su rival.
Paolo Roberto, quien por cierto no es un personaje ficticio, sino un ex-púgil real que reside en Estocolmo, debe huir y la victoria se la adjudica Ronald Niedermann a los puntos. Una victoria pírrica, porque las secuelas de los golpes serán terribles. Y es que el dolor es un magnífico antídoto contra el daño. El dolor es pasajero, todo lo contrario de lo que puede ser el daño. El dolor es pena y congoja, pero también una alarma que nos avisa que algo funciona mal y debe arreglarse. El dolor es terrible. Por eso el hombre teme al dolor y por ello trata de evitarlo en una actitud miope y cortoplacista.
El colapso actual que viven las bolsas mundiales es ciertamente doloroso. Es una alerta que trata de evitar el daño de no tomar las medidas macroeconómicas adecuadas. Nuestros políticos se echan las culpas unos a otros.
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17 de agosto de 2011 Juan Royo EL ECONOMISTA